Museo Kosice

Gyula Kosice en Fundación Telefónica

Curiosidad radical

El 16 de septiembre se inauguró la muestra Curiosidad Radical. En la órbita de Buckminster Fuller en Fundación Telefónica (Madrid):

Para algunos, el Da Vinci del siglo XX. Richard Buckminster Fuller (1895-1983) dedicó su vida a concebir soluciones para que el mundo funcionase para toda la humanidad. Y, con su pensamiento, anticipó de manera sorprendente algunas de las grandes crisis del siglo XXI.

Visionario e investigador inclasificable, Fuller generó un cuerpo de trabajo inabarcable que cruza disciplinas como la arquitectura, la ingeniería, la filosofía ​y la educación, a través de una visión del diseño como fuerza capaz de cambiar el mundo.​ Desde la movilidad y la vivienda, hasta la educación y el uso de datos masivos, su pensamiento incluye cuestiones que la COVID-19 ha situado en el centro de la agenda mundial.

La exposición incluye otras muestras de “arquitectura especulativa” coetáneas a Fuller, como la Ciudad Hidroespacial de Gyula Kosice, con obras pertenecientes a la colección del Museo Kosice.

Gyula Kosice en Curiosidad Radical: Buckminster Fuller

Kosice anticipó a mediados de la década del ’40 que, de seguir aumentando los índices de crecimiento demográfico, la humanidad se vería obligada a buscar nuevos espacios y modos de vivir y habitar. Así fue surgiendo la idea de la Ciudad Hidroespacial (anticipada en la Revista Arturo, 1944, donde afirmó que “El hombre no ha de terminar en la Tierra”), como un conjunto de hábitats suspendidos a 1.000 o 1.500 metros sobre el nivel del mar, en la que la humanidad viviría de forma permanente en el futuro.

Dice Kosice en el Manifiesto de la Ciudad Hidroespacial (1971):

Estar arraigados en la Tierra , o para ser exactos, en el planeta agua, aunque su atmósfera, su alimento y sus aguas estén contaminados, asistir indefensos ante la persistente depredación geográfica y geológica, contemplar cómo el equilibrio ecológico es destruido lentamente, verificar el aumento constante de la población, son otros tantos incentivos para los cambios rotundos que anunciamos ya, como necesidad biológica.

Proponemos concretamente la construcción del hábitat humano, ocupando realmente el espacio a mil o mil quinientos metros de altura, en ciudades concebidas ah-hoc, con un previo sentimiento de coexistir y otro diferenciado “modus vivendi”.

La arquitectura ha dependido del suelo y las leyes gravídicas. Dichas leyes pueden ser utilizadas científicamente para que la vivienda hidroespacial pueda ser una realidad, es decir viable desde el punto de vista tecnológico. Intentar la construcción de algunas viviendas, como un ensayo previo para llegar paulatinamente a la “Ciudad Hidroespacial” propiamente dicha. La opinión de algunos astrofísicos e ingenieros espaciales coinciden en que tomando agua de las nubes y descomponiéndola por electrólisis, es posible utilizar el oxígeno para respirar y el hidrógeno introducido en una máquina de fisión nuclear proporcionaría energía más que suficiente. Energía capaz de mantener suspendido el hábitat incluido su desplazamiento, mientras otras opiniones se refieren a la posibilidad de cristalización del agua y derivarla hacia una polimerización que la cualifique energéticamente. Así pues, no se trata de vencer las leyes gravídicas sino crear la energía de sustentación. Por ello me dirijo a todos los científicos de la NASA para recabar sus opiniones.

El costo desde luego, es muy alto, pero con sólo detener la producción bélica del mundo por veinticuatro horas e invertir dichas sumas en este proyecto, su realización es posible. La arquitectura hidroespacial está condicionada para estar suspendida en el espacio indefinidamente.

La vivienda nómade hidroespacial deteriora el curso de la economía actual en base a la valoración del terreno y abre interrogantes sociológicos imprevisibles. Apunta asimismo a una apertura del arte, pues nuestra civilización entra en la etapa postindustrial. Se propone pues, un arte de todos y no un arte para todos. Al superar todo intermediarismo, el arte se integra tácitamente al hábitat, se disuelve en él y en la vida, es su presentación, su “modus vivendi”.

Si bien no hay registro de que Kosice y Fuller se hayan comunicado directamente, Kosice en 1967 visitó la Expo ’67 en Montreal, en la que se encontraba -entre otras- la famosa Biósfera de Fuller.

 

Biósfera de Buckminster Fuller
Biósfera de Buckminster Fuller

 

Posteriormente registró dicha visita en el artículo Montreal Expo 67 publicado en La Nación y recopilado en el libro Entrevisiones. En él se reproducía una entrevista que Kosice hizo a Naum Gabo, cerrando de la siguiente manera:

Mi intención fue trazar en borrador, sin otra pretensión que la de poner en relieve que Nueva York, Gabo y la Expo. 67 de Montreal ofrecen hoy un inquietante triángulo para elucidar uno de los vértices que preocupan a nuestra civilización: la masificación del arte, sus puntos de apoyo y de rechazo, y su destinación.

Gyula Kosice y Naum Gabo
Gyula Kosice y Naum Gabo

Para conocer más sobre Buckminster Fuller y su curiosidad radical, los invitamos a recorrer los numerosos recursos online de la Fundación Telefónica.